Mito o pesadilla, en el occidente del país es común escuchar testimonios acerca de este ente que roba la grasa y enferma a sus víctimas mortalmente. En la propaganda de la Constituyente se habla de él: el kari kari. La sanación se realiza mediante un ritual mágico que debe ser cumplido al pie de la letra.

Puede tener muchas caras y es imposible reconocerlo. Adormece a sus víctimas con rezos y arrullos. Y sin que nadie lo advierta, casi siempre en la oscuridad, extrae la grasa de los cuerpos para finalmente desaparecer. Con algunas variantes, y una que otra herramienta, así es el "modus operandi" del kari kari, también llamado kasiri o lik"ichuri en aymara, o ñakaj, ñak"aju o pishtaku en quechua (en español significa "el que corta"). No cabe duda que es el protagonista de una creencia que ya ha llegado a las urbes occidentales y que, según el antropólogo, profesor y lingüista aymara Emmo Valeriano Tola, también es conocido en Santa Cruz, Beni y Pando.

Pero contrariamente a lo que se pueda pensar ante semejantes intenciones, el kari kari puede ser cualquier vecino o vecina, incluso un perro, de acuerdo con las versiones recogidas por Alison Spedding (1), o el amigo de un cura, según Tola. Este personaje, que nace en la época de la colonia en el altiplano del país, ha traspasado el tiempo, perfeccionando su técnica; por eso, cuando ataca a sus víctimas ahora utiliza una máquina "sacagrasa" (2), al menos eso aseguran quienes han sido presas de sus fatales encuentros.

La venganza

Valeriano Tola, que fue corregidor de su comunidad, en Oruro, cuenta que en dos ocasiones le tocó acompañar al levantamiento de cadáveres que presentaban señales de haber sido atacados por el kari kari, al menos eso creían todos los comunitarios. El médico forense en esas oportunidades dictaminó que las causas de las muertes habían sido peritonitis fulminante, y es la hipótesis que aún sostiene Tola. "Es ridículo pensar que pudiera existir algo así, ¿quién no siente el pinchazo así sea de un alfiler? y ¿cómo una persona va a poder dormir tan profundamente a otra?", cuestiona el antropólogo.

La creencia del kari kari nace alrededor de la figura de los curas, como una venganza de los curanderos y hechiceros ante la presencia de los sacerdotes, que, según los cronistas, causaban pavor entre los indígenas cuando llegaban a adoctrinarlos con la Biblia en una mano y el látigo en la otra.

"Los indios del oriente fueron socios en la colonización. Mientras a los del occidente los convirtieron en mitayos. Las creencias indígenas fueron consideradas brujería y los llamados brujos se defendieron señalando a los sacerdotes como kari karis", explica Tola, "incluso hasta hoy se dice que es casi siempre el amigo de confianza de un cura. En cada pueblo de Bolivia hay un kari kari".

Tola ha recopilado más de 800 cuentos acerca de este macabro personaje que, de acuerdo con algunos, vende la grasa robada al sacerdote para que éste, supuestamente, fabrique los óleos y las velas que vende en las puertas de las iglesias, además se fabrican jaboncillos y otros remedios.

No faltan los que aseguran que los kari kari están vestidos con el color de hábito que usa el cura de la región dependiendo de su orden religiosa. "Es un cuento, es una respuesta ideológica que ha permanecido a través del tiempo, la que hicieron los hechiceros para que la gente no se arrime a la fe católica, al pobre cura le endosaban todo", advierte el aymara.

A la espera

Es muy interesante ver cómo esta creencia se ha mantenido en el transcurso del tiempo hasta llegar a situarla, sin ir muy lejos, en los transportes públicos, como los viejos microbuses de la línea Ñ que recorren el viejo centro paceño hasta la zona sur. Salomé, que prefiere no dar su apellido, tiene su testimonio: ella cuenta que los pasajeros habituales se advierten entre sí de no dormirse en el micro, salvo riesgo de ser atacados por el kari kari.

"A una vecina la atacó y se sanó porque su familia se percató rápido de qué se trataba", comenta la mujer, convencida de cada una de sus palabras. Las estadísticas reunidas por Alison Spedding hablan de ataques, sobre todo nocturnos. La antropóloga maneja sus propias cifras: de 288 casos registrados, el 70% tuvieron como presas a los hombres. "Es evidente por qué los karisiris arremeten más a los caballeros (...). Eso tiene que ver con la tendencia de los varones de caminar por la noche cuando están borrachos", se explica en el estudio de Spedding. También se da cuenta de algunas historias de agresiones hasta en los taxis, aunque el kari kari clásico es el que sólo aparece a los viajeros que caminan por el campo.

Siempre "armados", tienen un completo set de herramientas para hacer su trabajo: nunca le falta la campanilla, un pan, un libro de oraciones y una máquina para extraer grasa (3), similar a un reloj o a una pequeña radio. Una vez identificada su víctima, con rezos llama al "ajayu" (espíritu). Conseguido esto, la persona cae en un sopor que es aprovechado por el kari kari para hacer su tarea. La extracción no deja casi nunca marca, tal vez un ligero pinchazo, que se hace a la altura de las costillas flotantes, generalmente al lado derecho.

Cuando la víctima despierta, siente un calambre alrededor de la cintura, pero nada más. Sólo cuando pasan los días la enfermedad se desata: fiebre, vómitos, desgano y dolor estomacal. Síntomas muy parecidos al cólera, tanto así que hay yatiris que afirman que en Bolivia no existió ninguna epidemia de esta enfermedad, sino que fue una embestida del kari kari.

Para los sacrificados, el kari kari no tiene nada de mito o de leyenda; es más, los testimonios de los familiares de quienes han muerto por su causa no dudan en mostrar su dolor, tanto que es imposible pensar que éste sea causado por una superstición. Dionisia Mamani, una trabajadora del hogar de la zona de Sopocachi en La Paz, está convencida de que su esposo sobrevivió a un supuesto ataque. En su relato se puede percibir la angustia de quien cree en lo sobrenatural como causa del deterioro en la salud de su ser querido. "A mi marido le ha pasado, pero lo hemos podido curar con un yatiri que trabaja en Copacabana. Él viaja mucho y una noche se ha quedado dormido en el camión que lo llevaba a La Paz. El viejo que estaba sentado a su lado era un kari kari, al día siguiente se despertó y le dolía su cintura, pero pensó que era por el mal sueño. Luego de unos días se puso mal: vómitos, dolores de barriga, no quería hablar a nadie, no quería ni levantarse. Me desesperé. Mi cuñada fue la que se percató que era el kari kari. Lo curamos con un remedio que compramos al yatiri”.

Cura y protección

Aunque existen varias formas de superar un ataque del kari kari, la más conocida se refiere al sacrificio de una oveja totalmente negra, cuya grasa en algunos casos será hervida y comida por la víctima, y en otros será puesta encima de ella. También se utilizan medicinas preparadas. En la paceña calle Sagárnaga las caseras suelen ofrecer hierbas que, supuestamente, tendrán un efecto paliativo como los mates refrescantes de muña y eucalipto (...). Pero, aclaran, sólo son "paliativos". Si se desea una medicina más segura hay que ir al Faro Murillo, en El Alto, donde se puede conseguir, a no menos de Bs 200, una botella con una pócima. Eso sí: se tiene que consumir ocho frascos. Una de las condiciones imprescindibles para la curación es que debe realizarse antes de que la grasa robada de la víctima haya sido vendida; por lo general, dentro de los ocho días de la arremetida.

Para protegerse del kari kari se puede llevar un amuleto hecho con piedras de wayruru o comiendo mucho ajo. "Se dice que hay un secreto que consiste en untar la cintura con el sudor de las axilas, que impide que la máquina del karisiri funcione aunque lo intente; o si no se puede frotar este sudor en las palmas y luego soplarlo en dirección al sospechoso para que se aleje", señala Spedding.

Tola, por su parte, se refiere a varios casos en los que los supuestos "chupa grasas" han sido castigados severamente, incluso llegando al intento de linchamiento. La creencia del kari kari es simplemente eso, pero muchas veces se ha convertido en una peligrosa herramienta para quien quiere vengarse de cualquier persona no grata, al utilizar la superstición popular. Por todo, es mejor mantenerse bien despierto.

(1) En el libro Sueños, karisiris y curanderos.

(2) Se dice que esta máquina se vende a 200 dólares en El Alto.

(3) Viceministerio de Cultura.

Su radiografía

• La creencia nace en la época de la colonia, se lo relaciona con la figura del sacerdote jesuita, mercedario o franciscano, llegado con los conquistadores españoles.

• Frases en aymara, como ¡Sarjam Karisiri! (¡vete Kari Kari!), evidencian el temor y popularización de esta aparición, sobre todo entre los comunitarios y los aymaras.

• El oficio puede ser heredado de padres a hijos.

• El kari kari está listo para dormir con sus rezos a un ave oriunda del altiplano, la pichitanka.

• Se dice que en las poblaciones altiplánicas, como Huarina, Batallas, Puerto Acosta y Guaqui, es donde se pueden conseguir los remedios más eficaces para curar un ataque.

Fuente Proyectos X

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