El mes de febrero el presidente Evo Morales inauguró exitosamente el “Año Internacional de la Quinua” en la sede de la Organización de Naciones Unidas, en Nueva York. La FAO, organismo de las Naciones Unidas para la alimentación, nombró a nuestro Presidente y a la Primera Dama del Perú, Nadine Heredia, embajadores mundiales del “grano de oro”. El grano de quinua fue presentado en esa oportunidad como un aporte para enfrentar la crisis alimentaria mundial. Significa esto un reconocimiento a un logro de las antiguas civilizaciones andinas, que lograron domesticar un vegetal adaptado a condiciones climáticas extremas y de alto contenido nutricional.  

Las implicaciones de este evento no deben quedar, simplemente, en el plano de la gratitud simbólica, sino que es un reto para que el país —y los cultivadores andinos— puedan beneficiarse de las repercusiones económicas de ese reconocimiento.  

Si se sensibiliza al público mundial sobre las ventajas del consumo de quinua, es porque se vislumbra la capacidad de satisfacer la demanda que ello puede generar. Exportar la quinua más allá de los estrechos mercados actuales significa encarar planes productivos y de comercialización que no corresponden a los mecanismos en actual vigencia. Las líneas generales que el gobierno adopta en su política agrícola actual parecen impropias para encarar una producción y exportación de quinua en grandes cantidades. Actualmente tenemos un sistema de minifundio en las zonas andinas que contrasta con la producción latifundista en el oriente boliviano, donde se concentra lo principal de la actividad agroindustrial.  

¿Cómo encarará el gobierno una producción intensiva de la quinua en el altiplano? La posibilidad de grandes unidades productivas de tipo comunitario no transitaron nunca de la especulación pachamamista a la experimentación social. 

Si no se responde adecuadamente al desafío asumido por el presidente Morales en la ONU sobre la quinua, una vez más seremos protagonistas de la ironía de sensibilizar al mundo sobre nuestras riquezas, para que sean otros quienes la usufructúen y la aprovechen. La quinua no es exigente en cuando a riego y soporta condiciones climatológicas extremas, lo que hace posible su cultivo en otras latitudes. Debemos pasar de la reivindicación fácil de nuestra herencia ancestral a la capacidad de ganar los desafíos contemporáneos. www.periodicopukara.com

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