Ante la urgencia de la actual coyuntura de la demanda marítima nacional, el escritor boliviano Eufronio Araníbar prepara la reedición de su libro “La historia de nuestro mar”.
Editada por primera vez por la empresa Canelas en 1966, la publicación contiene capítulos como “Remotos orígenes”, “Doloroso proceso y guerra premeditada” y “Enajenación del Litoral”, entre otros que pretenden, afirma el autor, establecer los derechos que tiene Bolivia al océano Pacífico, así como refutar los argumentos de la diplomacia chilena, que señala que Bolivia nunca tuvo una salida soberana al mar.
En la presentación del ensayo, se señala que existe un propósito de “reivindicación histórica”, a través de un libro “sencillo, claro, documentado y por ende verídico”.
La historia de la obra, se agrega, es completa y se remonta a los más remotos orígenes, hasta la desintegración que sobrevino en el período del coloniaje español, pasando luego por la usurpación consumada por parte de Chile, en la Guerra del Pacífico iniciada en 1879.
El material también se refiere al doloroso proceso de la posguerra, el Tratado de 1904 y el “vía crucis” sufrido por el país hasta mediados de la década de los sesenta.
FRAGMENTO “Perdimos nuestro indispensable y rico Litoral por dos factores contrapuestos: Primero, por el abandono de nuestra parte, y luego por la premeditada preparación del usurpador para asaltarnos.
No es ninguna novedad que las riquezas sean siempre codiciadas. Chile, país pobre, pobrísimo y necesitado como el que más, vivió desde el principio de su organización independiente, lucubrando la manera de asaltarnos o conquistar nuestro portentoso Litoral. Tan esto es así, que a vista y paciencia de todo el mundo, se preparaba afanosa y convenientemente. Espiaba sin sosiego nuestro malestar político y lograba en veces aprovechar las horas de ambigüedad y desconcierto de nuestros gobernantes, de nuestros políticos y también, por qué no decirlo, de nuestro pueblo en general, ambigüedad y desconcierto que de otro lado fueron harto frecuentes.
La obra de la paciencia culminó en su provecho, desdichadamente se consumó el asalto definitivo por el que quedamos sin nuestro mar.
Empero, si la experiencia ha de servir para algo, tenemos que reaccionar vigorosamente contra esa política de inercia y abandono que nos costó el Litoral y muchas desdichas más; y tenemos que reaccionar mayormente, si estamos dispuestos a echar las bases más consistentes de nuestro progreso material; si pensamos tratar con firmeza las pautas de la futura grandeza de nuestro pueblo. Pero ante todo, tenemos que aniquilar a la sierpe del pesimismo y estrangular a la fiera del derrotismo que hasta hoy, se han enseñoreado ridícula e insensiblemente de nosotros.
Tenemos que implantar en el país una escuela de alto civismo. Escuela en que se enseñe a los hijos de esta Patria, comenzando de las generaciones presentes, las íntimas razones en que fincan los bolivianos su orgullo de pueblo altivo, su tradicional abolengo de raza; su viejo prestigio de luchador y valiente y sobre todo enseñar a nuestra juventud y nuestro pueblo su derecho eterno e incuestionable sobre el mar”.
Editada por primera vez por la empresa Canelas en 1966, la publicación contiene capítulos como “Remotos orígenes”, “Doloroso proceso y guerra premeditada” y “Enajenación del Litoral”, entre otros que pretenden, afirma el autor, establecer los derechos que tiene Bolivia al océano Pacífico, así como refutar los argumentos de la diplomacia chilena, que señala que Bolivia nunca tuvo una salida soberana al mar.
En la presentación del ensayo, se señala que existe un propósito de “reivindicación histórica”, a través de un libro “sencillo, claro, documentado y por ende verídico”.
La historia de la obra, se agrega, es completa y se remonta a los más remotos orígenes, hasta la desintegración que sobrevino en el período del coloniaje español, pasando luego por la usurpación consumada por parte de Chile, en la Guerra del Pacífico iniciada en 1879.
El material también se refiere al doloroso proceso de la posguerra, el Tratado de 1904 y el “vía crucis” sufrido por el país hasta mediados de la década de los sesenta.
FRAGMENTO “Perdimos nuestro indispensable y rico Litoral por dos factores contrapuestos: Primero, por el abandono de nuestra parte, y luego por la premeditada preparación del usurpador para asaltarnos.
No es ninguna novedad que las riquezas sean siempre codiciadas. Chile, país pobre, pobrísimo y necesitado como el que más, vivió desde el principio de su organización independiente, lucubrando la manera de asaltarnos o conquistar nuestro portentoso Litoral. Tan esto es así, que a vista y paciencia de todo el mundo, se preparaba afanosa y convenientemente. Espiaba sin sosiego nuestro malestar político y lograba en veces aprovechar las horas de ambigüedad y desconcierto de nuestros gobernantes, de nuestros políticos y también, por qué no decirlo, de nuestro pueblo en general, ambigüedad y desconcierto que de otro lado fueron harto frecuentes.
La obra de la paciencia culminó en su provecho, desdichadamente se consumó el asalto definitivo por el que quedamos sin nuestro mar.
Empero, si la experiencia ha de servir para algo, tenemos que reaccionar vigorosamente contra esa política de inercia y abandono que nos costó el Litoral y muchas desdichas más; y tenemos que reaccionar mayormente, si estamos dispuestos a echar las bases más consistentes de nuestro progreso material; si pensamos tratar con firmeza las pautas de la futura grandeza de nuestro pueblo. Pero ante todo, tenemos que aniquilar a la sierpe del pesimismo y estrangular a la fiera del derrotismo que hasta hoy, se han enseñoreado ridícula e insensiblemente de nosotros.
Tenemos que implantar en el país una escuela de alto civismo. Escuela en que se enseñe a los hijos de esta Patria, comenzando de las generaciones presentes, las íntimas razones en que fincan los bolivianos su orgullo de pueblo altivo, su tradicional abolengo de raza; su viejo prestigio de luchador y valiente y sobre todo enseñar a nuestra juventud y nuestro pueblo su derecho eterno e incuestionable sobre el mar”.
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