La expresión un día de perros se refiere a la jornada en la que abundan los contratiempos, infortunios, agobios y problemas. Así pasó el día futbolístico para la selección de Bolivia que cayó por 2-1 frente a un equipo colombiano, práctico, parejo y certero.
Colombia pegó el tiro de gracia a los tres minutos de descuento en la última jugada, cuando la defensa boliviana era un monumento al cansancio y desconcentración, cuando el técnico Quinteros había agotado todas sus cartas y el público se marchaba del estadio con la amargura del empare. Entonces vino el gol y jugadores, técnico, dirigentes, periodistas y el respetable público bebió el veneno de la indignación.
Leyó mal el partido el técnico del equipo verde, se equivocó de medio a medio en la formación del equipo, trabajó mal de cara al rival que tenía y reaccionó mal y tarde a la hora de enderezar la máquina. Debía sacar a Escobar en el primer tiempo y lo dejó en el terreno, porque el naturalizado estuvo en una tarde para el olvido y en sus pies nació el contragolpe paraguayo para el segundo gol; confinó a Ruddy Cardozo en la banda derecha; no se dio cuenta que tiene dos hombres lentos en la defensa, a sus laterales les falta proyección y no tiene visión ofensiva, porque el equipo de Quinteros es predecible.
Así se explica el por qué Colombia tuvo cuatro ocasiones claras en el primer tiempo frente a una sola del equipo nacional. Pronto se dio cuenta el entrenador colombiano, que era un buen negocio hacerlo venir a su campo y clavarle la daga del contragolpe.
Dorlan Pabón perdonó a los 2, 23 y 43, ante reacciones oportunas del guardameta Daniel Vaca. Por contrapartida, Bolivia sólo tuvo como única opción las llegadas por la derecha a través de Juan Carlos Arce, aunque quedó para la discusión el gol que le anuló el juez Amarilla tras una supuesta falta de Marcelo Martins.
En el segundo tiempo Pabón marcó a los 3 minutos el primer tanto y empezó la desesperación de Bolivia que de pronto cambio de planes, movió todas las líneas pero dejó en el terreno a Escobar, sacó a Martins y Andaveris pudo hacer poco, mandó al terreno a Jhasmay Campos que hizo poco.
Un golazo de Walter Flores que sacó el mejor remate de su vida devolvió el aire a las tribunas a los 39 minutos y entonces pareció crecer Bolivia que se fue al ataque, pero para entonces la defensa boliviana había perdido la marca, el medio terreno estaba desarmado y los que iban al ataque estaban mareados por la presión.
Parecía que el partido terminaba empatado, parecía que el técnico de Bolivia iba a encontrar una cataplasma para ventilar sus errores, pero llegó el gol de Falcao tras un error en el ataque y acabó el partido con el gol. Por eso se explica la bronca de la tribuna que masculló en silencio la derrota.
Queda claro que Bolivia no tiene jugadores diferentes, que el técnico no tiene muy claro a qué juega y que ahora mucho querrán pasarle la factura a los dirigentes porque tienen el argumento en las manos como para decir: mientras más tiempo y condiciones se le da a este equipo se juega peor y no parece existir una solución a la vista.
Sólo fue un partido, fue la segunda derrota boliviana en esta eliminatoria, pero en esta jornada de perros se obtuvo la mejor radiografía del fútbol boliviano, que peor no puede jugar. No todo es culpa del técnico, detrás de esta derrota hay una estructura resquebrajada que se debe mejorar y esa es una tarea de tiempo e inteligencia.
Erbol
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