El 8 de octubre de 1967 logran asesinar al guerrillero Ernesto Che Guevara, buscando extinguir con su muerte la lucha por la libertad, en su más amplio sentido, sin saber que viviría por siempre.
Hoy, como todos los años, renace hecho millones de personas de América Latina, quizá del mundo.
Para quienes lo conocieron y aquellos que crecieron con su imagen, el Che es un ideal vivo que hace templar al imperio que un día quiso apagar su legado.
Como no podía ser de otra manera, la presencia del Che en Bolivia dejó una huella remarcable. Impactó en varias generaciones de personas en el mundo, y de cierta forma sigue presente en los ámbitos políticos y culturales. Su imagen aparece en sitios públicos, medios de transporte, camisetas, gorras, en las pancartas de muchas organizaciones sociales.
El actual presidente del Estado Plurinacional, Evo Morales lo mencionó en su discurso de posesión en el Congreso, asistió a los actos conmemorativos de los cuarenta años de su caída y ha colocado un retrato de él en el propio Palacio de Gobierno en la ciudad de La Paz, señaló el periodista boliviano Carlos Soria Galvarro en una de sus publicacio- nes. Por una serie de razones generacionales, emotivas y de inclinaciones ideológicas, Ernesto Guevara es ahora el ícono de la revolución social.
Como consecuencia inmediata de la muerte del guerrillero, surgió en América Latina una nueva subjetividad revolucionaria que tomó distintas expresiones políticas.
“Habrán matado al hombre, pero sus ideas están presentes en todos los ámbitos, su espíritu está vivo”, afirmó el escritor, filósofo y político cubano, Ricardo Alarcón de Quesada en el Aula Magna en la Universidad de La Habana, cuando se celebró el Coloquio Internacional sobre el Che, en 1997.
Añadió en su discurso que, “además de su contribución como combatiente y jefe guerrillero, el Che nos dejó una obra intelectual de sorprendente anchura”.
Dijo que el espíritu de Ernesto Guevara, encarnado en los revolucionarios, comparte la amargura de los pueblos que hoy sufren la experiencia del capitalismo.
En el reportaje realizado por el diario El Clarín, conmemorando los 40 años de la muerte de Ernesto Guevara (2007), es el Che la figura de un hombre animado de ideas revolucionarias y de una gran dimensión humana.
HUMANISTA.
Su concepto humanista, renovador, ético del socialismo nutrió el proceso revolucionario cubano y de otros países de Latinoamérica que hoy siguen con semejantes propósitos de liberación política y económica.
Fuera de la política, este personaje es (porque sigue vigente) “un santo hombre” que ayudó a la gente humilde, curó sus heridas y enseñó más que la revolución.
Según documentos inéditos existentes en el Centro de Estudios Che Guevara, que preside su hija Aleida March, extraídos de diferentes publicaciones, la presencia del guerrillero en Vallegrande -Bolivia fue importante para la población, porque el ser médico colaboró con la gente.
"La ruta del Che". Hoy es un circuito de memoria y turístico. El lavadero del hospital Nuestro Señor de Malta, en Vallegrande, donde se expuso el cadáver del Che Guevara es un lugar sagrado. Así como la escuela y los lugares donde él estuvo.
“Cientos de personas (soldados, pobladores, curiosos, periodistas) concurrieron a ver el cuerpo. Hay gran cantidad de fotos de esos momentos, en las que el Che aparece con los ojos abiertos. Las monjas del hospital y las mujeres de la villa señalaron su parecido con Jesucristo y cortaron mechones de su pelo para preservarlos como talismanes”, se describe en un texto publicado en el libro de Anderson, Jon Lee (1997).
La búsqueda de ejemplos éticos por parte de la juventud, la identificación con su personalidad frontal, la comercialización de su imagen, su muerte violenta siendo joven, tratan de explicar el fenómeno del Che en el mundo.
El Che comercial y turístico
El comercio lo aleja de los ideales
La figura del guerrillero Ernesto Guevara, en un mundo donde el mercadeo y la publicidad constituyen verdaderos dictadores de la conciencia colectiva, se ha convertido en un producto o en una simple herramienta para el negocio. Según investigaciones del Centro de Estudios Che Guevara, ven la imagen como un atractivo fatuo.
Turismo en la Casa Museo de Guevara
El museo se inauguró el 14 de julio de 2001, auspiciado por la Municipalidad de Alta Gracia, en la casona de la calle Avellaneda 501 en la residencial Villa Carlos Pellegrini de esa ciudad serrana. Allí se puede observar una serie de fotografías, documentos y objetos que utilizó el Che a lo largo de su vida.
El fin del Che y el inicio del mito
El captítulo final de la vida de Ernesto Guevara ha sido por muchos años una gran incógnita cubierta por intereses de todo tipo. Relacionados con la forma en que se quiso hacer ver su captura y su muerte, que tuvo varias versiones desde las fuentes oficiales. Relacionados con los intereses de la CIA, los de las potencias en plena guerra fría. Y de cuantos trataron de explicar o justificar su ejecución, tras su gesta en Bolivia. E incluso sobre la relación del Che con Cuba y Fidel Castro. Su ruptura con el Partido Comunista Boliviano y la influencia de ese hecho en su desenlace fatal.
Por último, con el nacimiento del mito, con la desaparición de sus restos y la influencia actual del ícono trasformado en sinónimo de rebeldía, de juventud que cuestiona y que sueña. Con la construcción del ícono más reconocible del mundo moderno.
El periodista José Nogales Nogales recoge detalles con un contraste de fuentes, testimonios que arman ese rompecabezas con grandes precisiones en su libro “El Che un rebelde con causa”, editado en 2010 por la editorial Kipus, que a continuación reflejamos en algunos párrafos de su capítluo “La trampa del Yuro”, que relata el principio del fin de la guerrilla:
(...) La descarga de proyectiles del fusil automático impactó en la pantorrilla derecha del Che, diez centímetros arriba del tobillo, perforó la bota que llevaba puesta y un tercero, malogró su carabina M-2, a la altura de la recámara, obligándolo a retroceder al interior de la quebrada, mientras su grupo se dispersaba.
(...) En ese instante crucial, determinante para la existencia de la guerrilla, 16 sobrevivientes enfrentaban a un centenar de rangers.
Un grupo de soldados que no participaba directamente de la balacera en el Yuro, porque custodiaba un mortero, vio en una de las lomas, a sólo algunos metros, a un guerrillero que tenía el fusil en bandolera y cargaba, casi arrastraba, a otro de los suyos, herido en la pierna, que caminaba muy dificilmente. El esfuerzo de Willy (Simón Cuba, de quien el Che creía que fugaría en la primera oportunidad) estaba por culminar. Le faltaba ascender no más de 50 metros cuando fue intimado a rendirse por el cabo Balboa acompañado de los soldados Encinas y Choque. No tuvo tiempo de tomar su rifle, porque ya estaba encañonado por los tres. Ante un intento de maltrato a su jefe, Willy a gritos les dijo con firmeza: “Carajo, éste es el comandante Guevara y lo van a respetar".
La valentía y respeto por su jefe, sorprendió a los soldados y hasta se ha referido después que Balboa dijo: “tome usted asiento, señor”. Al sobreponerse de la actitud inesperada del rebelde, procedieron a despojarlos de sus armas, el fusil de Willy y el M-2 averiado del Che, su pistola y una daga Solinger.
El hecho fue comunicado al capitán Gary Prado, quien elogió después la valentía y coraje de Huanca y sus hombres, señalando que capturaron a dos guerrilleros.
Se trasladó con prontitud hasta el sitio referido, acompañado de su estafeta, donde tuvo el encuentro con el principal de la guerrilla:
“El primero era, sin lugar a dudas, extranjero, tenía una mirada impresionante, unos ojos claros, una melena casi pelirroja y barba bastante crecida. Llevaba una boina con emblema del CITE, uniforme de soldado, completamente sucio, una chamarra azul con capucha y el pecho, casi desnudo, pues la blusa no tenía botones. Sostenía en su mano derecha una carabina. El otro era bajo, moreno, de larga melena y una pequeña perilla de barba”(...)
- ¿Quién es usted?, pregunté al más alto, pese a que tenía casi el convencimiento de su identidad.
- “Soy el Che Guevara”, me respondió en voz baja.
Aparenté, dijo Prado, no darle importancia y me dirigí al otro.
- Y usted?
- Soy Willy, repuso.
Luego de saber que es boliviano y que su nombre verdadero es Simeón Cuba, el capitán Prado relató que se aproximó al Che para observarlo con mayor atención y detalle. Vio que tenía las protuberancias en la frente. Cuando le pidió que le mostrara la mano izquierda, pudo ver la cicatriz en el dorso (...)
- Me destrozaron el arma, dijo de pronto Guevara. “Pude ver, entonces, que su carabina tenía el cañón perforado por un impacto”.
- ¿Cuándo fue eso?- pregunté.
- Aquí abajo, cuando su ametralladora comenzó a disparar. Además, estoy herido. Supongo que no me irán a matar ahora. Valgo más para ustedes vivo que muerto. Nosotros siempre hemos curado a los prisioneros heridos.
- Ya lo vamos a curar, ¿dónde está su herida?- pregunté. Me mostró su pierna derecha, subiendo el pantalón. En la pantorrilla tenía una entrada de proyectil, sin salida. Sangraba muy poco y no parecía tocarle el hueso (...)
Por último, con el nacimiento del mito, con la desaparición de sus restos y la influencia actual del ícono trasformado en sinónimo de rebeldía, de juventud que cuestiona y que sueña. Con la construcción del ícono más reconocible del mundo moderno.
El periodista José Nogales Nogales recoge detalles con un contraste de fuentes, testimonios que arman ese rompecabezas con grandes precisiones en su libro “El Che un rebelde con causa”, editado en 2010 por la editorial Kipus, que a continuación reflejamos en algunos párrafos de su capítluo “La trampa del Yuro”, que relata el principio del fin de la guerrilla:
(...) La descarga de proyectiles del fusil automático impactó en la pantorrilla derecha del Che, diez centímetros arriba del tobillo, perforó la bota que llevaba puesta y un tercero, malogró su carabina M-2, a la altura de la recámara, obligándolo a retroceder al interior de la quebrada, mientras su grupo se dispersaba.
(...) En ese instante crucial, determinante para la existencia de la guerrilla, 16 sobrevivientes enfrentaban a un centenar de rangers.
Un grupo de soldados que no participaba directamente de la balacera en el Yuro, porque custodiaba un mortero, vio en una de las lomas, a sólo algunos metros, a un guerrillero que tenía el fusil en bandolera y cargaba, casi arrastraba, a otro de los suyos, herido en la pierna, que caminaba muy dificilmente. El esfuerzo de Willy (Simón Cuba, de quien el Che creía que fugaría en la primera oportunidad) estaba por culminar. Le faltaba ascender no más de 50 metros cuando fue intimado a rendirse por el cabo Balboa acompañado de los soldados Encinas y Choque. No tuvo tiempo de tomar su rifle, porque ya estaba encañonado por los tres. Ante un intento de maltrato a su jefe, Willy a gritos les dijo con firmeza: “Carajo, éste es el comandante Guevara y lo van a respetar".
La valentía y respeto por su jefe, sorprendió a los soldados y hasta se ha referido después que Balboa dijo: “tome usted asiento, señor”. Al sobreponerse de la actitud inesperada del rebelde, procedieron a despojarlos de sus armas, el fusil de Willy y el M-2 averiado del Che, su pistola y una daga Solinger.
El hecho fue comunicado al capitán Gary Prado, quien elogió después la valentía y coraje de Huanca y sus hombres, señalando que capturaron a dos guerrilleros.
Se trasladó con prontitud hasta el sitio referido, acompañado de su estafeta, donde tuvo el encuentro con el principal de la guerrilla:
“El primero era, sin lugar a dudas, extranjero, tenía una mirada impresionante, unos ojos claros, una melena casi pelirroja y barba bastante crecida. Llevaba una boina con emblema del CITE, uniforme de soldado, completamente sucio, una chamarra azul con capucha y el pecho, casi desnudo, pues la blusa no tenía botones. Sostenía en su mano derecha una carabina. El otro era bajo, moreno, de larga melena y una pequeña perilla de barba”(...)
- ¿Quién es usted?, pregunté al más alto, pese a que tenía casi el convencimiento de su identidad.
- “Soy el Che Guevara”, me respondió en voz baja.
Aparenté, dijo Prado, no darle importancia y me dirigí al otro.
- Y usted?
- Soy Willy, repuso.
Luego de saber que es boliviano y que su nombre verdadero es Simeón Cuba, el capitán Prado relató que se aproximó al Che para observarlo con mayor atención y detalle. Vio que tenía las protuberancias en la frente. Cuando le pidió que le mostrara la mano izquierda, pudo ver la cicatriz en el dorso (...)
- Me destrozaron el arma, dijo de pronto Guevara. “Pude ver, entonces, que su carabina tenía el cañón perforado por un impacto”.
- ¿Cuándo fue eso?- pregunté.
- Aquí abajo, cuando su ametralladora comenzó a disparar. Además, estoy herido. Supongo que no me irán a matar ahora. Valgo más para ustedes vivo que muerto. Nosotros siempre hemos curado a los prisioneros heridos.
- Ya lo vamos a curar, ¿dónde está su herida?- pregunté. Me mostró su pierna derecha, subiendo el pantalón. En la pantorrilla tenía una entrada de proyectil, sin salida. Sangraba muy poco y no parecía tocarle el hueso (...)
Fuente: La Opinión
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