En la ciudad de El Alto operan 21 padillas peligrosas que se dedican a robos, asaltos, atracos, peleas callejeras e incluso a asesinatos, según datos de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC).
Son grupos que tienen entre 17 y 200 integrantes, cuyas edades oscilan entre 13 y 22 años, que originalmente fueron amigos de barrio o de colegio y que poco a poco se fueron introduciendo en actividades delictivas al influjo del consumo del alcohol, clefa, thinner, marihuana e incluso cocaína.
Usualmente portan cuchillos, clavos, estiletes, navajas o puntas y también sogas o guatos (pitas) que utilizan en sus peleas entre grupos o en atracos. Según la FELCC, operan principalmente en la Ceja, la zona 16 de Julio, cruce Villa Adela, y el Kenko, aunque también tienen presencia en otras zonas.
El personal de la FELCC indicó que cada vez es más difícil identificar a estas agrupaciones, porque los jóvenes que son detenidos por cometer algún hecho delincuencial se resisten a identificar a la pandilla a la que pertenecen, como antes lo hacían. Al parecer, según la Policía, tratan de ser leales a sus compañeros.
SITUACIÓN. Gran Cartel y Vatos Locos, que principalmente se reúnen en la Ceja, son las pandillas identificadas por la Policía como las más peligrosas por la forma de actuar (protagonizan peleas en grupo) y las armas que portan (principalmente cuchillos). Los primeros, incluso, usan armas de fuego.
Pero no sólo estas dos agrupaciones son las más peligrosas, sino también: La Horda, JCQ, Bola 8, Los Marraqueta y los Buscados, según un sondeo realizado por La Razón con 20 jóvenes alteños de diferentes zonas.
“Molestan a las chicas, les meten mano, intentan abusar de ellas, golpean a sus enamorados, pelean entre ellos o con otros grupos y en muchos enfrentamientos se los ve con cuchillos o algún tipo de armas”, manifestó K. L., un joven de 17 años.
Los vecinos de la Ceja también se quejaron por la proliferación de estas bandas y atribuyeron el hecho a la gran cantidad de bares, cantinas, lenocinios y discotecas que funcionan sin control policial en el área. T. Q., una vecina de la Ceja, aseveró que todos los días las pandillas provocan, por lo menos, una pelea o asalto en este sector comercial de El Alto.
“Vivir en la Ceja se ha vuelto muy riesgoso, te observan desde lugares escondidos. Pero esto se debe a que dan autorización al funcionamiento de bares, discotecas, los cuales no son controlados”.
De acuerdo con datos de la FELCC, en la Ceja operan, principalmente la Maldad, los Alvaritos, Mecanos, los Piter, Nevadas, La Calidad, la Punta, Vatos Locos y Gran Cartel, que además tiene ramificaciones en el norte y sur de la ciudad.
En la zona 16 de Julio están los Terribles y Tortugas, en Alto Munaypata los Buscados, que tienen hasta 200 miembros. Desde el cruce a Villa Adela hasta la plaza de la Cruz se encuentran los Chicanos y Burbujitas.
También han sido prontuariados Sangre Chicana del Kenko, Clikers de Alto Lima, Nsinc y 7 Coronas de Túpac Katari, 7PK2 de Pacajes y Malidog de la zona Ballivián.
No sólo la FELCC atiende casos relacionados con estas agrupaciones juveniles, sino también la Defensoría de la Niñez y Adolescencia (DNA), en cuyo listado de tipologías de vulneración de derechos de niños y adolescentes figura “participación en pandillas”.
En este año, la unidad registró tres casos que involucraron a adolescentes de 15 y 16 años, quienes se vieron envueltos en hechos delictivos por pertenecer a estos grupos. Otra tipología, adolescentes en conflicto con la ley, que tiene 93 hechos, también implica la participación en pandillas, según María Callisaya, responsable de la Defensoría 24 horas.
Diferencias. El coronel Félix Rocha, director interino de la FELCC, explicó que se debe distinguir una pandilla de un grupo de delincuentes por el grado del delito cometido. “Las pandillas tienen un perfil más homogéneo de sus integrantes, tanto en edad como en su nivel socioeconómico.
Sí efectúan actos delictivos, pero suelen ser delitos menores; en cambio los grupos delincuenciales son más complejos y su accionar es mucho más ambicioso. Pero existe una línea muy pequeña donde se puede pasar rápidamente de pandilla a grupo delictivo”.
Según la psicóloga Sofía Claure, los jóvenes se integran a las pandillas por atracción a lo negativo, al peligro o a la emoción violenta. También destacó que uno de los factores que los lleva por esos caminos es la falta de control del entorno familiar.
Asimismo, usan algún tipo de ropa, tatuajes, música o cadenas y aretes que le dan identidad del grupo. “Otro elemento es el graffiti y las frases que utilizan al hablar o expresarse, que pueden ser copia de los medios o inventadas por ellos mismos”.
Claure también destacó que las mujeres suelen ser parte de estos conjuntos, pero como un subgrupo subordinado a los varones, lo que revela su carácter machista.
Testimonios
R. N. ‘Querían que sea de una pandilla’
“Querían que yo pertenezca a un grupo, que tome y sea parte de ellos, pero como me negué me amenazaron. He sufrido insultos y tenía miedo pasar cerca de ellos, hasta que al final comprendieron que no tenía la intención de integrarme. Tengo varios amigos que están involucrados y espero que salgan porque uno se siente mal, es desagradable e inseguro”.
J. R. ‘Comenzamos con 5 y fuimos 20 miembros’
“Nosotros hemos formado una pandilla, comenzamos con 5 y terminamos con 20. Un día quisimos defender nuestro territorio y nos enfrentamos a un grupo que no conocíamos muy bien. Resultó que era una de esas pandillas peligrosas que terminaron por golpearnos a todos, de esa manera decidimos nunca más seguir con esta agrupación”.
Fuente: La Razón

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