Luis Sempértegui aún recuerda cuando tenía que invitar a los estudiantes de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) para que participen en la primera entrada folklórica. Corría 1988, cuando habían ocho comparsas, y la comunidad universitaria ni siquiera imaginaba el impacto que tendría la fiesta que mañana celebra sus Bodas de Plata con 68 fraternidades.
“Al principio tuve que pegar afiches de facultad en facultad para que se inscribieran a la entrada”, comenta Sempertegui, uno de los impulsores de la fiesta que hoy funge como jefe de estrategias comunicacionales de la UMSA.
El inicio no fue fácil, dijo, incluso se tuvo que lidiar con la incomprensión de docentes y autoridades académicas que desanimaban a los estudiantes. Recuerda que cuando fue tratado el proyecto de la entrada universitaria en el Honorable Consejo Universitario, en noviembre de 1987, algunas de las autoridades les indicaban que “a la universidad se iba a estudiar y no a bailar”. Pese a todo, la entrada se realizó el 5 de marzo de 1988, desde las 11:00, con ocho fraternidades de diversas danzas, hasta las 15:00 de aquel día.
Los Caporales Centralistas, los Antawaras La Paz, los Kusillos Pico Verdes, Salaque y Diablada, la Tarkeada, la Llamerada San Andrés y los Markas Laycus fueron los grupos que dieron vida a la fiesta y que estaban formados por estudiantes de diversas carreras.
Algunas compañías privadas pusieron la publicidad. La empresa de singanis SAGIC y de los refrescos Salvietti y Royal Crown auspiciaron la fiesta para los primeros afiches.
Los bailarines en su primer recorrido iniciaron en la popular plaza Pérez Velasco, pasando por el paseo de El Prado y concluyeron en la plaza del Estudiante, aunque no tenían el permiso municipal, pues la respuesta nunca llegó pese a haber solicitado semanas antes mediante cartas.
La fiesta folklórica gustó al extremo que al año siguiente eran 40 las fraternidades participantes, entre ellas los Antawaras de la Universidad Católica de La Paz, además de fraternidades de otras casas superiores de estudios públicas y privadas como los Suri Sicuris de la Universidad Técnica de Oruro y los Caporales de San Simón de Cochabamba.
Si en 1989 hubo una buena acogida, la tercera versión de la entrada sorprendió aún más. La inscripción de las fraternidades superaba las 70. Para entonces, la organización era más seria y estructurada, además de premiar a las mejores danzas según su originalidad, mejor vestuario y coordinación.
Ya con el respaldo de docentes, estudiantes y administrativos de esa casa de estudios, además del apoyo de las autoridades municipales, se fue diversificando los bailes que participaron de la festividad. Pero, además, se estableció que la entrada sirviera para rescatar y revalorizar danzas ya casi perdidas u olvidadas, como los pakochis, los moko karas, jach’a tata, entre muchas otras que en 25 años se recuperaron.
Pagina Siete
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